viernes, 14 de diciembre de 2012

(23) Peñaparda















Ascendiendo el puerto de Perales, cuya cresta abre las vistas a la sierra de Gata, vuelvo a Castilla y León, tras unos días vagando por las extremeñas tierras de su vertiente norte. La ropa precisaba otro lavado, de modo que pruebo suerte en el primer pueblo con que me topo: Peñaparda. Antes, sin embargo, paro en el mismo pueblo, aparcando entre naves para ganado y la señal del GR-10 (el mismo que recorrí en Tornavacas). Recorro Peñaparda y compro (me regalan, mejor dicho) una hogaza de pan deliciosa, por 1,2 euros, en un horno al que volveré mañana, antes de partir.

Arranco nuevamente y, no lejos del pueblo, veo un caminito rural. Me detengo unos metros más allá, siguiéndolo, aún a la vista desde la carretera, agobiado por la obligatoriedad de la colada. Lavo sólo lo imprescindible, y tiendo de la forma más inadvertida posible.

No llevaba ni un par de horas la ropa allí cuando (debí suponerlo...), se acerca una patrulla de la Guardia Civil. Los dos agentes me saludan, cortésmente, y me señalan que estoy “acampado”, lo cual era totalmente cierto, con mis calzones al aire. Les explico la urgencia perentoria del caso, y que era consciente de estar ilegalmente situado. Les digo que puedo retirarlo de inmediato y tenderlo dentro de casa, y que por supuesto no tenía previsto sacar nada más (ni sillas, mesas, toldos y esas cosas; no les miento, de hecho, prácticamente nunca lo hago; el toldo, por ejemplo, lleva dos años sin ser extendido...); pero ellos, muy benevolentes, me indican que sólo me piden que retire la ropa cuando esté seca, e incluso que, si lo deseo, puedo rellenar un permiso para estar “oficialmente acampado” sin problemas, para extender y sacar todo lo que quiera. Se lo agradezco, pero insisto en lo innecesario del caso. A continuación me preguntan si el caracol es mío (afirmativo), y me piden el DNI. Se lo llevan al coche y examinan algunos datos (seguro e ITV al día, supongo). Como todo está correcto, se despiden, les agradezco de nuevo su amabilidad y vuelvo tranquilo a mis quehaceres. He de reconocer que sospechaba de una posible multa (se ha dado el caso de amabilidad policial y, tras ello, una factura a pagar...), pero resultó que eran honestos, como un porcentaje muy (muy) alto de sus compañeros.

Para evitarme ese episodio, debería haber sido más cuidadoso, y también más discreto, algo que ya he aprendido para futuras ocasiones. Tras ello, como muy a gusto (qué bien sabe el pan recién hecho...), y leo unas páginas sobre Nietzsche antes de quedarme amodorrado. Despierto media hora más tarde, y para despabilarme exploro el sendero agrícola durante un par de kilómetros. Huele a animales rumiantes, estiércol, y se ven boñigas por todos lados. Me gusta, no estoy nada acostumbrado a ello...















Regreso, engullo los plátanos y me centro un poco en las tareas académicas. Me cuesta digerir la distinción kantiana entre entendimiento y razón, y aún más la teoría intencional del significado así que, algo abrumado, apartado los libros y enciendo la radio, que me templa el ánimo con el Réquiem de Fauré. Tras él pongo un cedé de los Led Zeppelin, que atronan a través de los altavoces, y doy paso a la cena con la banda sonora de Paris-Texas, con sus fabulosos y melancólicos rasgueos guitarreros.















Introduzco un DVD en el portátil y visiono (lo he hecho como una docena de veces) la película que lleva el mismo nombre de la banda sonora citada. Un hombre atraviesa el desierto siguiendo las líneas de alta tensión con un objetivo, que sólo cumplirá al reunir de nuevo, como debe ser, a una madre y su hijo.

La sesión cinéfila termina y salgo a echar un vistazo, ya muy entrada la noche. Se ha encapotado el cielo, pero no hace nada de frío. No se observa movimiento en Peñaparda; tampoco circulan coches. Una vez más estoy solo, en medio de la oscuridad y el silencio. Puede resultar un poco cargante, a veces, pero como me dijo una vez una tía, “mi soledad por mi libertad”.

Ea!

No hay comentarios: