martes, 1 de noviembre de 2011

(9) Soria ciudad, Numancia y el Pantano de la Cuerda y el Pozo: antepasados, frío y "mar" abierto



"En Soria hace frío, incluso en la primavera. Tanto frío hace, aun siendo mediados de abril, que mis manos vibraban y saqué una fotografía movida, borrosa, indefinida... pero que sirve de advertencia a quienes vayan allí sin el abrigo debido.

Antes de llegar a ese lugar, ya casi de noche, en donde tomé la imagen, he estado por la mañana en la capital soriana. Un viento helador, que hacía casteñear los dientes y provocaba moquillos persistentes, no me han dado la bienvenida como yo esperaba; pero, oigan, es Soria, ¿qué esperan? Es el precio a pagar por tan maravillosa tierra.

Recorriendo la pequeña ciudad, y evitando el frío, entré en una iglesia (no tengo apuntado el nombre, cachis...), en cuyo interior me he topado con un sujeto un tanto extraño, un párroco con pinta de "pirado" (con perdón); muy amable y servicial sí era, es cierto, pero miraba con unos ojos un tanto lunáticos y tenía una risita esquizofrénica que daba algo de miedo... No quiero ni pensar de qué sería capaz, solo, con un grupo de inocentes niños... Pero exagero, seguro. ¿Seguro? Umm...

Con algo de mal cuerpo, supongo que por el frío y por el encuentro con ese tipo excéntrico, regreso al caracol (después de perderme unos minutos, dando un buen rodeo para hallarlo), salgo de Soria ciudad y me dirigo hacia Numancia, el poblado arévaco reconstruido. Por 0,60 euros he podido escuchar un documental, pasearme por el interior de una vivienda (no la original, desde luego, pero interesante de todos modos) de varios miles de años, observar las ruinas y admirar el ingenio e inteligencia de nuestros antepasados. Por un momento, me gustó la idea de poder vivir en un lugar así, si pudiera de algún modo florecer de nuevo... Sin energía eléctrica, sin agua corriente, sin teléfonos, sin comodidades... sólo con lo básico. Algo así como lo que sucedía en la película "El bosque", de Nigth Shyamalan. Por un momento lo he deseado, muy intensamente..

Numancia me arregla, emocional y físicamente, mis malestares previos, y con el ánimo recobrado y la carretera abierta prosiguo camino, pero viendo declinar la jornada prefiero detenerme en el embalse de la Cuerda y el Pozo, que me atrajo por el nombre, y según el mapa, por poder adentrarme en él hasta rozar el agua. Así es. Al final de un camino algo mal conservado, pero decente aún, se nos destapa un lago, un mar inmenso, rodeado por pinos y enormes rocas desgastadas por el roce con el agua. El frío arreciaba, y las manos tiritaban, pero he aguantado el embate durante el crepúsculo, para despedir al sol como se merece. Una vez la oscuridad se adueña del cielo, me introduzco en casa para cenar algo caliente y, al tiempo adecuado, preparo las mantas y los calcetines gruesos para no sufrir mientras el sueño nos domina.

El viento, poderoso, sigue aullando a la Luna. Me tapo hasta la cabeza.

Y duermo a pierna suelta, como siempre.
"

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